Ya a la altura de este siglo, el panorama es radicalmente distinto. La dependencia viene en forma de “recetas”; de “recomendaciones”, y en la mayoría de casos en imposiciones procedentes de “árbitros” que componen parte del Sistema Internacional.
Previo al inicio del DR-CAFTA-USA, surgieron múltiples intentos en la tarea de expandir nuestras relaciones con el propósito de alisar el camino para nuestros productos. La consecuencia no ha sido del todo satisfactoria. Dicha expansión de mercado, no se ha situado en los niveles deseados, si tomamos en cuenta que los Estados Unidos de América, representa nuestro mayor mercado y socio comercial, por no decir en términos relativos, nuestro único mercado.
La consecuencia es, pues, una dependencia económica de dimensiones amplias, que incluso puede llegar a introducirse en los terrenos de la seguridad económica, como fenómeno sujeto a análisis. En este sentido, es de reconocimiento general que un país no puede ejercitar todas sus opciones políticas y económicas, si depende de un solo mercado o de un solo producto. En otras palabras, no se puede tener todos los huevos en una sola canasta.
Durante la década de los 70 y 80, en alguna medida se hicieron esfuerzos para cambiar las reglas del juego económico y comercial, para propiciar una mayor participación en el comercio doméstico y las finanzas locales.
El Dr. Joaquín Balaguer y sus gobiernos, marcaron la impronta por su política económica basadas en el proteccionismo a la ineficiente industria local, como medida de contrarrestar dicha ineficiencia.
Las administraciones ulteriores a las del Dr. Balaguer, prosiguieron con una política sustitutiva de las importaciones, a través de modelos proteccionistas, con la creencia de que el resultado sería el desarrollo del músculo de la industria nacional, obteniendo así mayores ventajas para competir en el ámbito internacional.
Los años le pasarían factura al modelo económico del proteccionismo, poniendo en una cuarentena sin fin y obsequiándonos una industria debilitada, rezagada y no apta para los deberes empresariales de los nuevos tiempos.
El “Estado Moderno” de este modo, se ha topado con una industria deficiente, queriendo revivirla de su letargo, a través de los subsidios con una dependencia del petróleo, que para colmo no deja de subir.
Ya en los albores del presente siglo, los encargados del manejo de la nación en materia política y económica han reservado espacio en sus respectivas agendas gubernamentales para impulsar una integración con Estados Unidos y Centroamérica (DR-CAFTA), que hasta el mismo momento antes de su formal entrada ha reportado más entusiasmos que resultados.
Estos tratados de libres comercio, representados por sus invisibles nociones geoconomicas y geopolíticas, asegurarían que las políticas económicas instauradas, como fruto de las negociaciones específicas, planificadas y previas, no puedan ser modificadas por algún gobierno de radicales inclinaciones izquierdista. El DR-CAFTA, se convierte así, en una especie de domador, haciendo de estos países un aliado más seguro.
Bajo este panorama claroscuro, junto a la configuración de un Nuevo Orden Mundial, la obligación de la República Dominicana, está indefectiblemente en dar cara al exterior. Esta merece ser la base de nuestro proyecto como nación, si pretendemos alcanzar el podio de éxito, a la que, en nuestra humilde opinión, estamos condenados sin posibilidad alguna de esquivar estas tendencias, hijas de la Globalización.
El autor es candidato a Doctor en Economía, Geopolítica y Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Madrid. Es Master Business Administration (MBA), Master Contabilidad Financiera (MCF), Master Gerencia Financiera (MGF).
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