Wednesday, August 29, 2007

Carlos Slim: más rico que los inescrupulosos

Servicios Google/Diario de Yucatan, Mx.

La plutocracia de México
Eduardo PorterA continuación ofrecemos un artículo de Eduardo Porter, de “The Observer”, distribuido por “The New York Times” Al crecer en la ciudad de México, siempre supe que México era un país injusto, un lugar donde reducidas camarillas de privilegiados controlan todo el poder y la riqueza, mientras la mitad de la población vive en la pobreza.

Sin embargo, nunca se me ocurrió que México tendría multimillonarios.Sí los tiene. De acuerdo con la revista Forbes, el año pasado había 10 mexicanos entre los 946 multimillonarios del mundo.

Eso no parecería fuera de lugar en un país con más de 100 millones de habitantes, lo que representa cerca del 1.6% de la economía mundial, pero es lo que se lleva las palmas, en especial si uno es mexicano como yo.

A principios de este mes, “Fortune” informó que el mexicano Carlos Slim Helú acababa de superar a Bill Gates para convertirse en el hombre más rico del mundo, con una fortuna que equivale 59,000 millones de dólares.Para ponerlo en perspectiva, la riqueza de Slim es equivalente a poco menos del 7% de la producción total de bienes y servicios de México: el valor de uno de cada 14 dólares de cosas hechas por toda la gente del país.

La distribución del ingreso en Estados Unidos se podría estar acercando rápidamente a los niveles mexicanos en cuanto a desigualdad, pero en términos relativos, Gates ni siquiera está en las ligas de Slim. Su fortuna de 58,000 millones de dólares es menos de 0.5% del PIB del país.

En efecto, según esta medida, Slim es más rico incluso que los capitalistas inescrupulosos de la época dorada. John D. Rockefeller, el hombre más rico de Estados Unidos, valía el equivalente a cerca del 1.5% del PIB del país.

Se requiere de nueve de los capitanes de la industria y las finanzas del siglo XIX y principios del XX —Rockefeller, Cornelius Vanderbilt, John J. Astor, Andrew Carnegie, Alexander Stewart, Frederick Weyerhaeuser, Jay Gould y Marshall Field— para replicar la huella que ha dejado Slim en México.Sin embargo, la escala memorable no es el aspecto más irritante de la riqueza de Slim. Está la cuestión del robo.

Al igual que muchos capitalistas inescrupulosos —u oligarcas rusos o ejecutivos de Enron—, Slim trae a la mente las palabras de Honore de Balzac: “Detrás de toda gran fortuna hay un delito”. El pecado de Slim, aun cuando no delictivo técnicamente, es como el de Rockefeller: el pecado del monopolista.

En 1990, el gobierno del ex presidente Carlos Salinas de Gortari vendió a su amigo Slim la compañía nacional de teléfonos, Telmex, junto con un compromiso de facto de mantener su monopolio durante años.

Después le adjudicó la única licencia a nivel nacional de la telefonía celular.Cuando al fin se permitió la entrada de competidores, Telmex los mantuvo a raya con estratagemas bastante creativas como hacer que un juez emitiera una orden de detención contra el principal abogado de un competidor.

En la actualidad, aún tiene un 90% del servicio telefónico terrestre de México y controla casi tres cuartas partes del mercado de los teléfonos celulares.

Los monopolios tienden a generar toneladas de dinero. Slim, un inversionista astuto, lo desplazó bien: compró cientos de compañías mexicanas y entró en los mercados inalámbricos de toda América Latina.

Es difícil que un mexicano pase un día sin entregarle algún dinero.Sin embargo, México lo ha pagado muy caro. En 2005, había menos de 20 líneas telefónicas fijas por cada 100 mexicanos, y menos de la mitad tenía teléfono celular. Sólo 9% de las casas tenía acceso a Internet. Los mexicanos pagan mucho más del promedio por estos servicios.

El estilo de acumulación de riquezas de Slim no es raro en el México moderno. Desde la televisión hasta las tortillas, amplias franjas de la economía mexicana están controladas por monopolios u oligopolios.

A muchos multimillonarios de México los hizo el gobierno durante las privatizaciones de compañías paraestatales en los años 90.Eso es lo que es más difícil de tragar para un mexicano.

El gobierno estadounidense dividió la Standard Oil de Rockefeller. Un tribunal impuso un decreto de consentimiento a Microsoft de Gates para restringir las prácticas monopólicas.En México, el monopolio de Slim se entiende como parte del orden natural de las cosas.

Pregúntesele al ex presidente Vicente Fox, quien nombró secretario de comunicaciones a un ex ejecutivo de Telmex en 2000. Estados Unidos se encamina hoy día a un contrato social al estilo mexicano. La concentración del 44% del ingreso del país en el 10% más alto de los contribuyentes está a la par de las desigualdades de México.

Es difícil encontrar funcionarios gubernamentales en Washington que no tengan relaciones profundas con intereses corporativos. Sin embargo, quizás Estados Unidos y sus magnates aún puedan proporcionar un ejemplo positivo a los titanes consentidos.

Gates está regalando su fortuna para atacar enfermedades en África y ayudar estadounidenses pobres a terminar la educación media. Ha dado más de 30,000 millones de dólares a su fundación. A principios de este año, Slim dijo que incrementaría las donaciones a las fundaciones de sus compañías de 4,000 millones de dólares a 10,000 millones de dólares. Todavía le faltan otros 20,000 millones de dólares para que alcance a Gates.

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