Thursday, January 24, 2008

El famoso blindaje argentino, en épocas de temblor internacional

ALGUNOS INEVITABLES REMEZONES QUE SE SENTIRAN AQUI

Servisios Google/Clarín, Argentina
Por: Alcadio Oña

Buenos Aires.-Desde la primera crisis de las hipotecas, la de julio, en Estados Unidos, es común escuchar que la Argentina está poco menos que blindada frente a un tembladeral internacional. Pero tal cual han evolucionado las cosas y según hoy mismo se presentan, ya no es tan fácil seguir sosteniendo lo mismo: algún remezón habrá en este lugar del mundo globalizado, así sea atenuado. La meta casi excluyente del Banco Central Europeo (BCE) es contener la tasa de inflación dentro del límite del 2% anual.

El problema es que ya anda por el 3,1%, arriba del 4% en el índice que mide el costo de los alimentos y pega sobre los sectores de menores ingresos. Acomodar las políticas propias a la meta inflacionaria equivale a subir las tasas de interés. Y esto, tal vez, a acentuar la desaceleración de las economías en la zona del euro: así es la tenaza que hoy aprieta al presidente del BCE, el francés Jean-Claude Trichet.

Después del atentado a las Torres Gemelas, Alan Greenspan, el por entonces imbatible jefe de la Reserva Federal de Estados Unidos -el Banco Central de la potencia número uno- se embarcó en una política de tasas de interés bajas, para evitar cualquier atisbo de recesión.

A todas luces lo consiguió, pero también creó una burbuja inmobiliaria cuyos efectos se sienten desde mediados de 2007: en su país y en otros lugares del mundo; notoriamente, también en España.

Peor todavía, lo que vino encadenado a la explosión de esa burbuja inmobiliaria es un temblor que ya sacude los cimientos de los grandes bancos del mundo. Empezando por los Estados Unidos.Primer efecto: cimbronazos y restricciones en el sistema financiero internacional repercutirán aquí.

Lo percibirá el Gobierno cuando deba salir a conseguir créditos para los pagos de la deuda pública, así no vaya al mercado exterior, hace tiempo vedado por los pleitos judiciales de los bonistas.

Y se sentirá en mercado local, casi inevitablemente.Financiamiento, y financiamiento a largo plazo, es lo que precisa la economía argentina para sostener los actuales niveles de crecimiento u otros al menos parecidos. Lo saben los Martines -Lousteau y Redrado-, que aún no han podido encontrar la fórmula para recrear el crédito a cuatro o cinco años, o sea, el medio que apalanque la inversión, ya imperiosa dentro del modelo.

Se entiende, las inversiones nuevas e importantes, no la compra de empresas o las ampliaciones de corto plazo, útiles para seguir aprovechando el boom del consumo o las oportunidades de negocios.

Es sabido que sin inversiones a la largo plazo, el peligro, aquí y en cualquier parte, se mide por los índices de inflación.Hasta ahora, el cimbronazo aparece acotado al derrumbe de la bolsa porteña, chica y con escaso reflejo sobre la economía completa.

Asimilada a un termómetro del mercado financiero interno, la Badlar, la tasa que los bancos pagan por los grandes depósitos, se mantiene en niveles considerados "muy razonables": después de haber picado hasta el 14% anual en los primeros días de la burbuja inmobiliaria, ahora está levemente por arriba del 9%.No pasa lo mismo con el costo de los créditos inmobiliarios y personales, pero el caso de la Badlar es percibido como un indicio de que el remezón claramente no llegó hasta aquí.

Pero puede ser sólo una fotografía, y no la película completa."Habrá una desaceleración brusca, pero no estrictamente una recesión", era lo que los gurúes de siempre pronosticaban, hasta la semana pasada, para la economía de EE.UU.

El riesgo que ahora se ve en el horizonte más próximo es que los norteamericanos entren en zona de pánico, que gasten menos, que sientan aversión a endeudarse y, en fin, que el efecto riqueza negativo de ahora golpee fuerte sobre las expectativas. Ese camino sin duda conduce a la desaceleración de la economía: también puede llevar al crecimiento cero o eventualmente a la temida recesión.

Desaceleración por dos o tres años es lo que pronostican en Europa, para sus propias economías. Pero también allí ha empezado a resonar la palabra recesión.

Sobre China, se calcula que crecerá menos que el 10/11% de estos años, aunque no por debajo de 9%. Alivio para productores y exportadores de soja: el gran mercado no desaparecerá, ni los precios se desplomarán. Alivio, también, en otros granos que se producen aquí.

Pero aún siendo importante para toda la economía, la Argentina no sólo vive de su producción agrícola. Bajones en la economía de EE.UU. y Europa, o en Brasil, repercutirán en otras actividades. Y los coletazos de un temblor financiero agudo y prolongado, bajo alguna forma llegarán, por muy blindado que esté o parezca.

Esa es la parte de la película que aún no se conoce. Y lo por añadidura preocupante, es que EE.UU. gaste miles de millones de dólares sin lograr calmar nada. En fin, parece haber empezado a amainar el famoso "viento de cola" que empujó parte del crecimiento argentino.

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