Lourdes Heredia
BBC Mundo, Washington/Servicios Google
La crisis hipotecaria en EE.UU. ha sido protagonista de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
En las perspectivas de crecimiento que dio a conocer el FMI antes de su asamblea anual, queda bien claro que la crisis hipotecaria en EE.UU. ya comenzó a afectar a otras economías.
En su informe semestral sobre las perspectivas económicas mundiales revisó a la baja el crecimiento de la economía mundial hasta el 4,8%.
Además dice claramente que "el riesgo de recesión ha aumentado" bajo el efecto del creciente número de impago de hipotecas de alto riesgo en EE.UU.
A diferencia de otros años, sin embargo, se está hablando sobre la crisis de una potencia mundial y no de la debacle económica de Argentina o de la devaluación en México.
Por eso mismo, es difícil que el FMI pueda hacer algo e incluso sus recomendaciones parecen muchas veces sobrar.
Poca influencia
Tal cómo explicó John Williamson, del Instituto Internacional de Economía, la gran diferencia deriva del hecho que EE.UU. no necesita la financiación del FMI para salir de la crisis y por lo tanto sus opiniones tienen menos influencia.
Incluso, cuando la BBC le preguntó a Anoop Singh, Director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, sobre el papel que puede jugar el Fondo para evitar el contagio, admitió que la crisis "se deriva de los mercados financieros y el FMI no se involucra directamente en estos mercados".
La inhabilidad del Fondo para hacer algo llega más allá, según el diario The Washington Post, que este viernes acusa al organismo financiero de ni siquiera escuchar sus propios consejos.
Según un editorial de este diario, si no se hacen reformas "el organismo hasta podría necesitar un préstamo para sí mismo con el fin de financiar su costo administrativo que alcanza los 1.000 millones de dólares".
Y sugiere que sería una buena idea que el organismo siga sus propios consejos, como el que le ha dado a países con déficit: recortar costos.
Pese a las pocas expectativas ante esta asamblea anual, Williamson explicó que es importante que los principales actores económicos hablen e intercambien experiencias.
Es, en otras palabras, una oportunidad para que los encargados de los bancos centrales de todo el mundo se reúnan a puerta cerrada para compartir sus puntos de vista.
Pese a todo, hablar es bueno
En este sentido, este viernes los representantes de los países que pertenecen al "G7" (el grupo de los países más industrializados), se reunieron para intercambiar opiniones en el "Cash Room" (el Salón del Efectivo) en el Departamento del Tesoro, a unos pasos de la Casa Blanca.
Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y su anfitrión EE.UU. hablaran, por supuesto, sobre la crisis de crédito y los efectos en el crecimiento de la economía.
"Estamos percibiendo las primeras señales de calma en los mercados financieros internacionales, pero es muy temprano para bajar la guardia", señaló Alex Weber, presidente del Bundesbank (banco central alemán).
En la reunión del G7 financiero, también hablarán de los altos precios del petróleo, ya que a todos afecta, y también del valor del dólar.
Datos negativos
Algunos países europeos opinan que el billete verde está muy débil. Esta situación beneficia a las exportaciones estadounidenses, pero perjudica los productores europeos.
Pero los representantes del G7, así como el FMI, saben que todo dependerá de lo que pase en EEUU a nivel doméstico y poco pueden hacer o hablar para cambiar la situación.
Por más comentarios pidiendo "prudencia" que se escuchan de los funcionarios, los números poco engañan.
Esta semana se dieron a conocer datos poco alentadores sobre la economía estadounidense.
Por ejemplo, hubo una reducción en el índice de construcción de nuevas casas, hasta llegar al nivel mínimo en 14 años. Las cifras de manufactura también reflejan debilidad y se registra un aumento de las solicitudes por el seguro de desempleo.
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